Comentario
Las crónicas toltecas han pesado tradicionalmente en la reconstrucción de los sucesos acaecidos a lo largo del Postclásico Temprano en esta ciudad del norte de las tierras bajas mayas. Su historia es confusa, y no existe aún acuerdo entre los textos escritos y los datos obtenidos en las excavaciones arqueológicas. Aquellos señalan que tras su llegada Quetzalcoatl y los toltecas se asentaron en el poder en Chichén Itzá, y construyeron diversos edificios en un sector que se identifica con el nombre de Chichén Nuevo, para diferenciarlos de la sección de la ciudad construida según los cánones Puuc del Clásico Tardío.
Pero los datos arqueológicos remiten una y otra vez a la contemporaneidad en el Clásico Tardío y Terminal de los dos sectores del centro y su origen maya, aunque Chichén Nuevo es interpretado como el hogar de linajes que tienen fuertes contactos con el centro de México, y que introducen rasgos procedentes de la Mesoamérica que surge de la caída de los centros clásicos.
El Chichén Nuevo, situado al norte del asentamiento, está organizado en un eje este-oeste, al contrario que la mitad sur y que la mayoría de los centros Puuc, que se estructuran de norte a sur. Entre ambos núcleos se sitúa El Caracol, un observatorio astronómico de forma circular y varios pisos de altura que se considera un edificio de transición.
La arquitectura tolteca es manifiesta en varios edificios de este sector, como El Castillo, El Templo de los Guerreros, las Plataformas de los Jaguares y de las Aguilas y el Altar de Cráneos o tzompantli. Pero insistiendo en la genealogía maya de sus constructores, las dos principales edificaciones, El Castillo y el Templo de los Guerreros, se levantaron sobre dos estructuras previas, muy similares, tal como se había hecho desde los inicios de la arquitectura maya monumental.
No obstante, también se introducen innovaciones que revolucionan la arquitectura maya tradicional. Las columnas dejan de ser un elemento decorativo y adquieren funciones estructurales, colocándose en el interior de las habitaciones; como consecuencia de ello se consiguen salas hipóstilas y espacios mucho más amplios que ya no se cubren con la bóveda de aproximación de hiladas, sino con techumbres planas, como en el centro de México. El volumen de los edificios y su disposición en el plano es más espectacular, consiguiéndose un mayor dramatismo arquitectónico. Dramatismo que se acentúa con la iconografía escultórica de la ciudad a base de guerreros de órdenes militares, serpientes emplumadas, altares de cráneos y animales totémicos devorando corazones humanos.
Un edificio muy importante en este sector es el del juego de pelota, de paredes verticales y anillos marcadores. En el talud inferior de las banquetas se tallaron complicadas escenas que tienen una fuerte similitud iconográfica con las halladas en los juegos de pelota de El Tajín. Jugadores, ricamente ataviados según patrones toltecas y mayas, y portando yugos y palmas semejantes a los característicos de Veracruz, se han enfrentado en el terreno de juego, y el capitán del equipo vencedor corta la cabeza de su homólogo del equipo perdedor; la pelota, situada en el centro de la escena, está decorada con el símbolo de la muerte.
En los edificios resulta frecuente la integración de la escultura tal y como se ha definido para Tula: salas hipóstilas de pilastras y columnas, como en el conjunto de El Mercado, muchas de ellas decoradas con guerreros pertenecientes a las órdenes militares del jaguar y del águila; grandes losas talladas con jaguares y águilas devorando corazones humanos y asociadas a plataformas que conservan el talud y el tablero como remanente de la decoración escultórica característica del centro de México; tronos sostenidos por atlantes con los brazos en alto, portaestandartes y serpientes emplumadas asociadas a fustes de columnas que fueron empleadas para sostener los dinteles de los edificios. Entre las esculturas en bulto redondo destacan los chac mool, que fueron confeccionados en mayor número y con superior variedad y maestría que en Tula.
Un campo de expresión importante en Chichén Itzá durante el Postclásico Temprano debió de ser la pintura mural sobre estuco; constatada en varios edificios importantes de la ciudad, contiene escenas mayas y toltecas que documentan acontecimientos históricos y comerciales, junto a otras que tienen un carácter más cotidiano. Pero ponen de relieve claras diferencias con la gran tradición de arte mural del Clásico, con sentido distinto de la proporción, menor naturalismo y, en definitiva, mayor relación con las prácticas desarrolladas en la cuenca de México.
El Cenote de los Sacrificios es un enorme pozo natural que fue utilizado a lo largo de todo el Postclásico con una finalidad ritual y mitológica de enorme relevancia. En él se depositaron como ofrendas gran cantidad de objetos de status que documentan los gustos artísticos de la etapa: discos de turquesa, oro y otros metales, placas de jade, hueso trabajado, cerámicas Tohil e incensarios, pipas y multitud de materiales fueron extraídos en diferentes trabajos de dragado del cenote.